Viví un proceso gradual desde
hace varios años que hizo que me quedara sin lo que yo consideraba importante
en mi vida: empleo, iglesia, amistades, vehículo terminando con mi país y mi
familia. Todo esto me ha llevado a darme cuenta quien soy en realidad alguien
frágil, vulnerable y dependiente total de Jesús.
Poco a poco voy descubriendo el
camino, aunque no niego que me siento atemorizada cuando me toca enfrentar una
nueva experiencia, porque estar en otro país hasta pedir comida en un lugar
distinto al de la vez anterior es una nueva experiencia. Me identifico
tanto con Ruth, la extranjera en Belén.
Estoy viviendo Deuteronomio 8, lo
supe desde el momento que vi la zona desértica de Chile desde el avión, mi
corazón saltó y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando el Espíritu Santo me
dijo:
“Y te acordarás
de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos treinta y tres
años en el desierto, para humillarte, para ponerte a prueba, para saber lo
que estaba en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.”
Estoy tan
agradecida porque no elegí yo este país, Dios lo eligió para mi y eso me hace agradecer
cada segundo acá “tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y
granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con
escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de
cuyos montes sacarás cobre”.
Vine con tanto miedo y ansiedad, pero al día de hoy nunca nada me ha faltado e incluso he tenido más de lo que imaginé Efesios 3:20-21. Dios me ha dado una compañera y con ella dos compañeritas Beagle, somos 4 chicas y la hemos pasado súper bien juntas.